Fue en un octubre de hace ya 14 años... salimos con rumbo determinado, cosa extraña para esos tiempos. Roberto, Edgar y yo eramos un trío de jovencitos que apenas respiraban los aires de una libertad recién ganada luego de salir del diversificado. Ellos dos estaban en la universidad ya, apenas en su primer año. Roberto en Ciencias de la Comunicación y Edgar en Diseño Gráfico. Yo trabajaba en una agencia de publicidad de la cual no quiero acordarme el nombre.
Ese rumbo determinado y determinante era Santa Cruz del Quiché. Llegamos como la peste hasta la casa de unos tíos paternos de Roberto, irrumpimos con descaro y ocupamos una habitación con nuestros cachivaches y nuestros sueños. Estaba cercano el cumpleaños de Edgar y esa era una de las excusas para el viaje.
Unas bicicletas y muchas ganas de rodar por las calles fueron parte de nuestro equipaje. Rodamos y rodamos, sumamos kilómetros sobre esos asientos incómodos. Fuimos a Kumarcaj, a la laguna de Lemoa. De ese regreso de Lemoa es esta foto, en el puente de Canchó, obra del tiempo de Jorge Ubico, hierro y concreto en una hondonada infame, con cruces de asesinados y marcas de la guerra en el fondo del abismo, al píe del puente... era 1994, la guerra no había terminado.
Una noche de esas nos emborrachamos con el contenido de una botella de Juanito Caminante que llevábamos como botín de guerras pasadas. Las canciones de una pequeña grabadora de mano eran de un casset de Silvio Rodríguez y de uno de Vicente Fernández... no podíamos ser más bichos raros que en ese tiempo.
Son horas de madrugada mientras escribo esto... pasé por el escaner la foto sin pensar en subirla y ahora ya no importa... los rostros que me ven desde ella no son los de mi memoria, son otros... Edgar corrió hasta un punto lejano para tomar la foto, puso el automático y no logró llegar para salir en cuadro... me hace gracia... me provoca lágrimas recordarlo.
El tiempo es otro, yo soy otro, ellos... pues también.
Ese rumbo determinado y determinante era Santa Cruz del Quiché. Llegamos como la peste hasta la casa de unos tíos paternos de Roberto, irrumpimos con descaro y ocupamos una habitación con nuestros cachivaches y nuestros sueños. Estaba cercano el cumpleaños de Edgar y esa era una de las excusas para el viaje.
Unas bicicletas y muchas ganas de rodar por las calles fueron parte de nuestro equipaje. Rodamos y rodamos, sumamos kilómetros sobre esos asientos incómodos. Fuimos a Kumarcaj, a la laguna de Lemoa. De ese regreso de Lemoa es esta foto, en el puente de Canchó, obra del tiempo de Jorge Ubico, hierro y concreto en una hondonada infame, con cruces de asesinados y marcas de la guerra en el fondo del abismo, al píe del puente... era 1994, la guerra no había terminado.
Una noche de esas nos emborrachamos con el contenido de una botella de Juanito Caminante que llevábamos como botín de guerras pasadas. Las canciones de una pequeña grabadora de mano eran de un casset de Silvio Rodríguez y de uno de Vicente Fernández... no podíamos ser más bichos raros que en ese tiempo.
Son horas de madrugada mientras escribo esto... pasé por el escaner la foto sin pensar en subirla y ahora ya no importa... los rostros que me ven desde ella no son los de mi memoria, son otros... Edgar corrió hasta un punto lejano para tomar la foto, puso el automático y no logró llegar para salir en cuadro... me hace gracia... me provoca lágrimas recordarlo.
El tiempo es otro, yo soy otro, ellos... pues también.
2 comentarios:
La memoria nunca es la misma, nosotros tampoco, buena remebrazna de la nostalgía.
Mi infancia la vivi en Santa Cruz, por un rato tambien volvi, gracias!!
Se me fue un dedazo, la palabra es "remembranza"
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