miércoles, 26 de septiembre de 2007

Postdata 2 (final) a Camino 17 (Locura Manifiesta)

¿Quién cree en estos rostros? Yo lo hago. Y ellos creen en mi. Hay veces que dicen que me pongo nostálgico, pero ya entenderán que es mi modo de intentar anclarme a la realidad, que soy muy volatil y que necesito tener terapias ocupacionales para no estallar en combustión espontánea de deseperaciones vanas.
Roberto, Giovanni y Edgar en la cumbre del Acatenango. Ese día quemamos la perilla de la Camping Gas... creo que con grasa de chorizo (¡¡¡¡¡¡jajajajjajajajaj!!!!!!!!!)... irrefutable que la foto es de MI autoría.
¿Los notan cansados? Pues parece que no, porque el solo hecho de estar allí hace que uno recupere hasta las ganas de bromear. Especial mención merece Giovanni, quien venía en total desventaja con relación al resto, porque era su primer ascenso sobre los 3700 msnm (ya había subido el Santa María), porque venía reducido físicamente, porque nunca pensó que lo iba a lograr. Y ahí está, bajo el abrazo de Roberto y con la mirada entre triste y agotada, pero en la cumbre tercera de Guate a más de 3900 msnm.
Lo malo de las cumbres totales (esas en las que no hay nada más alto que tu propia cabeza... o de la de Edgar), es que no se puede prolongar la estancia en ellas, hay que bajar. Y ese descenso es, a la vez, alivio y tortura continuada. Teníamos un record grupal de descenso de ese volcán... no recuerdo la cifra en horas y minutos, pero era poquito y rapidísimo, con la técnica de la "faldita resbaladero". Esa bajada de ese día fue lenta, muy lenta. Cada uno perdió las energías en lugar distinto, inevitablemente visitamos el suelo exhaustos por repentino abandono de energía. Como anécdota: Yo llevaba un bastón de aluminio, propiedad de Roberto (¿o de don Pin?) y me valí de él para subir (valga decir que fue de gran ayuda), pero para la bajada me estorbaba. Me lo colgué en los tirantes de la mochila y lo perdí en una bajada empinada ya casi llegando a la Soledad. No quise regresar por él... ya estábamos en la pannel cuando vimos que un grupo que venía detrás de nosotros lo traía... y Roberto se los pidió... la cosa es que lo devolvieron y santos en paz.
¿El retorno a casa? Pues no sé... cada uno lo vive de distinta manera.
Hasta acá llego con este relato. Sobra decir que no fue la última salida que hicimos (después de eso yo sumé Pacayas y Chikabales con Guillermo... también creo que hicimos otra vez Cerro Quemado...), pero eso Pequeño Adam, es otra historia.

Postdata 1 a Camino 17 (Locura Manifiesta)

Quería terminar con esta foto la escueta narración de este ascenso al Acatenango, pero creo que se merece un post más (además de éste). Bien. Como ya adelantaba en el post anterior, el cuarteto se partió en dos: atrás Roberto y yo (foto anterior) y adelante Giovanni y Edgar, quienes aparecen en esta foto. Bueno, Giovanni bastante visible y Edgar de espaldas, apenas sobresaliente de la piedra grande a la derecha. No me voy a acreditar esta foto, tampoco se la voy a acreditar a Roberto, eso lo tendremos que discutir mesa y cerveza de por medio. La cosa es que de allí donde ellos están a la cumbre Acatenango pues sólo hay un empujón de unos tortuosos 50 metros. Entre piedras enormes y almohadas de lava que tienen quién sabe cuántos años (¿le ponemos siglos? no creo equivocarme) de estar frías y estériles se va consumiendo cada poquito de energía que le queda a uno, cada rayito de determinación. Pero es el esfuerzo final.
¿Alguna vez han estado en la cumbre de un Volcán? Esta pregunta no va para los lectores frecuentes, sino para quienes visitan este espejismo. Si no han estado nunca, pues no podrán entender lo que significa, lo que se siente, lo que se vive. He pensado muchas veces en la inutilidad de las cosas que uno llega a hacer. Esa inutilidad es total y aplastante cuando las cosas se hacen en solitario, cuando no se pueden compartir sin caer en la exageración (o algo que parece exageración). Subir a un volcán solo, me parecería un despropósito total. Si ya subirlo acompañado por buenos amigos es una experiencia que pone a prueba nuestras habilidades de convivencia, de adaptación, de retentiva, subirlo solo es como mentir a gritos.
Este último párrafo viene a mi, porque no llego a entender que es lo que pasó en cada momento que hicimos cumbre (sea el volcán que sea, sin excepeción)... se me borran de la memoria las conversaciones y sólo quedan en mi abiertas miradas, gestos inconclusos, razones sin razón, carcajadas rompe vidrios, incongruencias lúdicas.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Camino 17 (Locura Manifiesta)

Acatenango nos jugó una muy mala pasada en la semana santa del año de 1995. Ya hablaré de eso en otra ocasión. El caso es que le pusimos un veto de 5 años: ni pensar subirlo para no permitir que se volviera a burlar de nosotros. En el lapso ese, concentramos nuestras fuerzas en otros volcanes, la mayoría en ese lejano occidente altilplanicio. Pero todo plazo se cumple. No sé si fueron 5 ó 6 años después, pero, a pedido de alguno de nosotros (juro que no fui yo), decidimos hacer "el regreso". Sabíamos de nuestra falta de condición física, sabíamos lo exigente que es ese volcán (aunque bastante indulgente había sido con nosotros, dejándonos hacer algo así como 4 ascenso en dos años), pero... a veces es mejor intentar y eso hicimos. Los implicados: Giovanni, que venía de una larga recuperación después de sufrir un accidente de tránsito; Edgar, que tal vez era el que en mejor condición física tenía (en ese entonces, jejeje); Roberto, que prestó su poderosa pannel blanca sabritera para llevarnos más cómodos y que, al igual que yo, sufre por rodillas lesionadas... y pues yo, que es sabido por todos que soy una colección de achaques ambulante.
A pesar de los pesares, hicimos la ruta de ascenso desde La Soledad hasta Yepocapa en unas 7 horas, casi sin detenernos... pero esa noche, en aquella hondonada, sirvió para derrumbarnos: lluvia, hacinamiento en una carpita, poca comida, frío... lo lógico de estar sobre los 3500 metros sobre el nivel del mar. Al día siguiente nos dábamos topetazos en las piedras al ver lo cerca que habíamos quedado de tener un lugar plano donde dormir. Hicimos de tripas corazón y enrrumbamos hacia la cumbre Acatenango... de ese momento de tortura es esta foto. Giovanni y Edgar iban adelante, ellos hicieron cumbre primero y, lógico, uno de los dos hizo esta foto (creo que fue Edgar, pero ya le preguntaré)... Roberto y yo... pues a paso de tortuga con cayos. Hay otra foto que ve, desde nuestra perspectiva de rezagados, a los dos que van delante... la voy a colocar acá otro día y con ella daré fin a este relato. ¿Les parece?

Camino 16

Guardarse el enojo. Pero más, guardarse la humillación de la propia ignorancia. En ese entonces, no sé ahora, el Volcán San Pedro tenía la cumbre cubierta de árboles... nosotros no lo sabíamos y fuimos a chocar de narices contra lo espeso de la vegetación sin creer, hasta hoy día, que habíamos hecho cumbre. Foto de grupo: al fondo, encendiendo un cigarrillo (el enésimo) yo, Daniel; con gorra verde y camisa negra: Dany; con camisa rojo y blanco, enseñando la mazorca y haciendo la señal de peace & love: Alvaro; abajo, con camisa blanca y gorra multicolor: Roberto y, con la mirada perdida y las piernas estiradas: Olivia. Por eliminación, la foto fue tomada por Edgar que también iba en ese viaje.
El ascenso fue matador, vaya volcán para ser difícil. Perdimos la ruta en la oscuridad de un cafetal que más parecía un laberinto y que nos restó tiempo, además de obligarnos a pasar la noche en las faldas del volcán, a la orilla del camino. Luego, al día siguiente, completamos el martirio del resbaladero que era la ruta, por lo empinado, húmedo y lodoso, hasta llegar a esa planicie con árboles burlones. Alvaro, por su condición de ser el más pequeñito del grupo, tuvo que sopotar nuestros intentos de subirlo a un árbol usando una cuerda... que absurdo es decirlo, pero en ese entonces parece que éramos más lúdicos que lógicos. Vaya... también es digno de recordar el desconcertante proceder de Dany... desde Panajachel (¿o desde Guate?), venía arrastrando no sé qué dolencia por una fémina con nombre que empezaba con la letra K... ahora me causa gracia, pero en aquel entonces pues enojaba un poco, sabiendo las penurias que pasábamos para poder juntarnos y salir... El ahora ya no es de penurias sino de algo parecido a la sobrevivencia, tal vez no económica (digo, no tanto como en ese año), sino emocional, sentimental, ideológica... de la vida toda.

Salto Temporal 15

Hice costumbre durante varios años el dejar todo y marcharme. No era novedad para nadie, porque saben bien que tiendo a desaparecer, a no dejar huella de mi paso, a no dejar pistas de mi paradero. Pero éstas veces fue distinto. Fue entre los años 1998, 1999 y 2000. Hacía maleta el 27 ó 28 de diciembre y me iba a Monterico, Taxisco, Santa Rosa. Playa lejana, solitaria, cosmopolita. Un libro, una libreta de notas, mil añoranzas y la cura de la distancia y de soledad. Poner píe en el embarcadero de la Avellana para cruzar el canal de Chiquimulilla era ya estar lejos, era ese estar solo que tanto bien me hacía en esos años de frustraciones, desamores, sobresaltos y depresión. En esos años de amigos miles, música mil, alegrías desaforadas, borracheras de antología, me hacía bien el abandonarlo todo. En las últimas salidas pues convocaba a mis más cercanos, a los amigos de siempre. Esta foto pertenece a ese último año... creo. Esa vez me hizo compañía Edgar y con él hicimos una serie de fotos en las cuáles no aparecemos nosotros, ya estábamos un poco hartos del retrato, del querer dejar constancia de nuestros lugares y nuestros rostros. Partimos de regreso a "la ciudad y la trampa" antes del año nuevo, para estar con nuestras familias. Queda esta imagen para tratar de colocar en ese mapa mental esos momentos. Lo que se dijo y se pensó, lo que se soñó o se sintió entre pesadillas durante cada estancia por ese paraiso, pues no es incumbencia de este portal, es materia de hablarlo cara a cara. Prometo no ocultar nada.

Salto Temporal 14

Ceremonia larga y tediosa. En el rostro de Adelaida se nota mejor el aburrimiento al que hago referencia. Corría el año de... no recuerdo. El lugar es Cobán, Alta Verpáz. Los implicados en este viaje pues eramos muchos. Incluyendo a Juan y Adelaida que nos dieron el motivo para la movilización, ya que, en ese acto, ellos recibirían los premios que los acreditaban como ganadores de los certámenes de cuento y poesía de los Juegos Florales de esa localidad. ¿Quiénes más? Pues recuerdo a Juan Pablo y Fredy, que fueron mis compañeros de viaje ese día y de habitación esa noche. Afuera llovía. Después del acto, pues tacos en el parque y una parada estratégica para tomar cerveza en un bar cercano al hotel donde nos quedábamos. No recuerdo bien las intimidades del acto, yo la hacía de fotógrafo con una reluciente Cannon AE1 que luego nos acompañó por mucho rato más. Juan y compañía tenían lugar donde quedarse, en la casa de alguien y no pudimos compartir mucho esa noche. Adelaida tenía toque de queda porque la acompañaba su mamá y su hermana. ¿Qué más decir? Ah, sí... la estupidéz del rancio abolengo Cobanero... su manía por la grandilocuencia... su avejentado militarismo.

Ataque narcisista al Camino 15

Quede constancia de mi imagen, de ese fantasma que fui hace más de diez años. Mi triste figura en un marco esplendido, a más de 3000 metros de altura y acompañado de esos mis amigos que tanto quiero.
Archívese. Cúmplase.

Camino 15

¡Hoy sí! Empiezo con las de Acatenango, historias de sangre, sudor y lágrimas. Esta foto corresponde al segundo intento de ascenso que hicimos a ese volcán. En la foto: Daniel, Mario y Roberto. La locación, la parte de bosque nuboso que tiene el coloso en sus faldas sobre los 2500 msnm. El fotógrafo: el automático de la zenith de marras. Esa vez llegamos a la cumbre Yepocapa casi gateando... tal vez fruto de esas malas noches que nos recetábamos por dormir a la intemperie, sin carpa ni bolsas de dormir. Ya allá arriba pues sacamos a relucir nuestro cobre, porque un grupo de colegas andinistas (¡chila mier...!) nos pidió que les tomáramos fotos con nuestra cámara. Y la pobre zenith ya estaba para el arrastre... no corría los rollos con los que se le alimentaba... lo más seguro fue que les dimos a los pobres chavos un rollo virgen y sus poses de machines en los cráteres se quedaron en el olvido, en ese olvido, especie de polenta espesa, que tanto cuesta conjurar.

Camino 14

Un post anterior tiene una foto del día después de ésto. Es aquel que le dedico de forma descarada a Regina, foto tomada cuando ya ibamos para abajo de este volcán (el de Agua). Acá vamos para arriba. Apenas ibamos tomando impulso en la subida y ya la lluvia había hecho el trabajo de dejar el camino como un muladar. Y, precisamente en ese muladar, encontramos al chavo que, queriéndo llevárselas de superman, cargaba con las mochilas de las tres damitas que acompañan la foto (además de Regina, claro está). Los otros supermanes, es decir, Mario, Roberto y yo, pues amablemente nos ofrecimos a ayudarlas. Cada oveja con su pareja y seguimos pa' arriba. Resultaba exacto: cuatro hombres, cuatro mujeres, pero nadie se decidía a atacar. Yo no dudé ni un momento (incluso cuando Roberto se metió el zapotazo que obligó a que le sacáramos cosas a su mochila y las metiéramos en la mía) y me le pegué (marca fija) a la chava del suéter negro y pantalón acid wash ochentero que está a la par de Roberto. ¿Quiéren saber como se llamaba? ¿Creen que no me acuerdo? ¡Já! Dicen que un caballero no tiene memoria, pero como yo ni de lejos soy uno de esos, pues me acuerdo bien, se llamaba: Lida.
La foto de grupo es también un ritual. Las condiciones no ayudaban, como ya expliqué antes (cámara, lente, flash... etc.). Lo que no recuerdo es cómo se llamaban las otras chavitas... lo ignoro... y mucho menos el superman ese...
Las cosas son eso mismo... memoria de la memoria misma.