¿Quién cree en estos rostros? Yo lo hago. Y ellos creen en mi. Hay veces que dicen que me pongo nostálgico, pero ya entenderán que es mi modo de intentar anclarme a la realidad, que soy muy volatil y que necesito tener terapias ocupacionales para no estallar en combustión espontánea de deseperaciones vanas.
Roberto, Giovanni y Edgar en la cumbre del Acatenango. Ese día quemamos la perilla de la Camping Gas... creo que con grasa de chorizo (¡¡¡¡¡¡jajajajjajajajaj!!!!!!!!!)... irrefutable que la foto es de MI autoría.
¿Los notan cansados? Pues parece que no, porque el solo hecho de estar allí hace que uno recupere hasta las ganas de bromear. Especial mención merece Giovanni, quien venía en total desventaja con relación al resto, porque era su primer ascenso sobre los 3700 msnm (ya había subido el Santa María), porque venía reducido físicamente, porque nunca pensó que lo iba a lograr. Y ahí está, bajo el abrazo de Roberto y con la mirada entre triste y agotada, pero en la cumbre tercera de Guate a más de 3900 msnm.
Lo malo de las cumbres totales (esas en las que no hay nada más alto que tu propia cabeza... o de la de Edgar), es que no se puede prolongar la estancia en ellas, hay que bajar. Y ese descenso es, a la vez, alivio y tortura continuada. Teníamos un record grupal de descenso de ese volcán... no recuerdo la cifra en horas y minutos, pero era poquito y rapidísimo, con la técnica de la "faldita resbaladero". Esa bajada de ese día fue lenta, muy lenta. Cada uno perdió las energías en lugar distinto, inevitablemente visitamos el suelo exhaustos por repentino abandono de energía. Como anécdota: Yo llevaba un bastón de aluminio, propiedad de Roberto (¿o de don Pin?) y me valí de él para subir (valga decir que fue de gran ayuda), pero para la bajada me estorbaba. Me lo colgué en los tirantes de la mochila y lo perdí en una bajada empinada ya casi llegando a la Soledad. No quise regresar por él... ya estábamos en la pannel cuando vimos que un grupo que venía detrás de nosotros lo traía... y Roberto se los pidió... la cosa es que lo devolvieron y santos en paz.
¿El retorno a casa? Pues no sé... cada uno lo vive de distinta manera.
Hasta acá llego con este relato. Sobra decir que no fue la última salida que hicimos (después de eso yo sumé Pacayas y Chikabales con Guillermo... también creo que hicimos otra vez Cerro Quemado...), pero eso Pequeño Adam, es otra historia.
Roberto, Giovanni y Edgar en la cumbre del Acatenango. Ese día quemamos la perilla de la Camping Gas... creo que con grasa de chorizo (¡¡¡¡¡¡jajajajjajajajaj!!!!!!!!!)... irrefutable que la foto es de MI autoría.
¿Los notan cansados? Pues parece que no, porque el solo hecho de estar allí hace que uno recupere hasta las ganas de bromear. Especial mención merece Giovanni, quien venía en total desventaja con relación al resto, porque era su primer ascenso sobre los 3700 msnm (ya había subido el Santa María), porque venía reducido físicamente, porque nunca pensó que lo iba a lograr. Y ahí está, bajo el abrazo de Roberto y con la mirada entre triste y agotada, pero en la cumbre tercera de Guate a más de 3900 msnm.
Lo malo de las cumbres totales (esas en las que no hay nada más alto que tu propia cabeza... o de la de Edgar), es que no se puede prolongar la estancia en ellas, hay que bajar. Y ese descenso es, a la vez, alivio y tortura continuada. Teníamos un record grupal de descenso de ese volcán... no recuerdo la cifra en horas y minutos, pero era poquito y rapidísimo, con la técnica de la "faldita resbaladero". Esa bajada de ese día fue lenta, muy lenta. Cada uno perdió las energías en lugar distinto, inevitablemente visitamos el suelo exhaustos por repentino abandono de energía. Como anécdota: Yo llevaba un bastón de aluminio, propiedad de Roberto (¿o de don Pin?) y me valí de él para subir (valga decir que fue de gran ayuda), pero para la bajada me estorbaba. Me lo colgué en los tirantes de la mochila y lo perdí en una bajada empinada ya casi llegando a la Soledad. No quise regresar por él... ya estábamos en la pannel cuando vimos que un grupo que venía detrás de nosotros lo traía... y Roberto se los pidió... la cosa es que lo devolvieron y santos en paz.
¿El retorno a casa? Pues no sé... cada uno lo vive de distinta manera.
Hasta acá llego con este relato. Sobra decir que no fue la última salida que hicimos (después de eso yo sumé Pacayas y Chikabales con Guillermo... también creo que hicimos otra vez Cerro Quemado...), pero eso Pequeño Adam, es otra historia.
1 comentario:
kiki, no es por nada pero este año 2008 se va como agua en las mañosas y creo, no creo, estoy casi seguro que no vamos a decir feliz cumbre, deberiamos ir a subir aunque sea un cerrito de kaminal juyu, que decis te apuntas.
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