viernes, 17 de agosto de 2012

Equipo pesado


Esperando su turno para apisonar el terraplen o el camino de entrada. Este tipo de equipo pesado ha sido, para mi, una especie de obsesión que dura desde hace mucho tiempo. Ver el ir y venir de esos enormes bichos, respetar y admirar el poder que lucen y representan aun y cuando estén en ese reposo de cada tarde o de falta de alimento. Recuerdo subir a un cayuco con motor en el Canal de Chiquimulilla, entrar al río Achiguate y cruzarlo de lado a lado para acercarse al sitio donde la maquina trabaja haciendo una borda que desvíe un tanto el paso del río hacia la comunidad. En el cayuco, con nosotros, va un turumbo azul que contiene la gasolina que hará funcionar el monstruo por unas horas más. Los insectos zumban y se escuchan entre el escándalo del motor; la pala de la retroexcavadora aparece de manera rítmica sobre el túmulo de tierra y arena que ella misma construye.
Al borde de la carretera rumbo al norte se ven trabajando.Amarillas o verdes. Multifunción. La que aparece en la foto trabaja duro en Cahabón. El lodo, ese mismo de las llantas, sigue en mis zapatos.

lunes, 6 de agosto de 2012

Desde un tapesco lo vio...


La autoridad al hablar es impresionante, aunque lo hace sin alardear, cuenta la anécdota porque le parece que viene al caso. Dice que, cuando era joven (ahora sobrepasa los setenta años) se iba a la montaña a cortar árboles. Caminaban muchos días y buscaban los más grandes, uno de unos sesenta o setenta metros de altura que desrramaba y trozaba entre cuatro leñadores diestros todos en ese peligroso arte de armar tapescos como andamios, llegar a la punta y empezar a bajar en procesos lentos de machete, hacha, sierra. Mientras trabajan cae la tarde... los de abajo desrramaban pero deciden irse antes que la noche los pille lejos del improvisado campamento, con fuego, una manta, la chascada para llenar el agujerito de la muela. Él no se da cuenta y la noche lo sorprende en un punto alto del tapesco. Decide bajar un poco pero no llegar al suelo. Juntar ramas y cubrirse lo mejor que pueda para pasar la noche, para soportar la lluvia que amenaza en el verde horizonte. Caminar por la selva, de noche, sería suicidio. Se acomoda y la noche lo aplasta. Apenas se acomoda un poco cuando escucha el ronroneo. En un claro, en la semi oscuridad, lo ve, camina por el suelo de la jungla, hurga en los restos del árbol que cae poco a poco. Voltea a ver para arriba pero sin mostrar interés en él.
Cuenta la anécdota y, cuando llega a este punto crucial, levanta la mano izquierda, extiende el dedo índice y dibuja un serpenteo en el aire mientras dice: "y el jaguar movía la cola así..."

Tercer círculo


Todas las tardes pasa lo mismo en este mismo punto. Los comerciantes de la Terminal de Buses de la zona 4 capitalina construyen una pila de desechos. El camión municipal pasará religiosamente en la mañana siguiente y levantará eso sin consecuencias para los infractores. Mientras tanto, desde el tercer círculo, surgen los rostros que se acostumbran a ser observados. Esto que parecen desechos se convertirá en algo qué vender o algo para comer. Ella, a la par del poste, acompañada del perro y de un hombre que esperaba algo alejado, se aprestan a bailar la danza del olvido y la subsitencia. En este mundo los círculos de exclusión no son concéntricos, hay una rotación de bamboleo que provoca que de vez en cuando deliremos. Este espacio urbano,antropófago cual ningún otro, representa al final de cuentas los logros del sistema. La vía del tren, ese fantasma de la modernidad liberal, pareciera mostrar una mueca en sus paralelas truncas.
Ella ni siquiera se enoja por que le tomemos fotos. Iván, con el teleobjetivo, seguro tomó mejores fotos que esta. ¿Mejores? Hasta la estética se me vuelve entorno arisco.