sábado, 31 de marzo de 2012

¿Tanto cuesta?


Hace unos años, en este sectory como producto añejo del tiempo de lluvia en todo el país, desapareció un buen pedazo de la carretera. No sé de quién fue la idea, pero, para reparar el daño, decidieron no nada más reconstruirla sino hacer una especie de experimento que tuvo sus fallas y sus soluciones. Abrieron mas el agujero donde fue el deslave, aplanaron, levantaron el muro de contención, hicieron las cunetas del drenaje. Hasta ahí todo muy bien para el automovilista... pero al pasar por ahí, en un día cualquiera, se veía a los vecinos del poblado cercano subir y bajar por el drenaje para lograr cruzar la carretera. Siempre hizo falta una pasarela en ese punto... y parecía que, si la iban a construír, no lo harían ahí... 
Yo digo que es la más bonita e ingeniosa de la carretera a Occidente. 
Su punto central tendrá unos guapos diez metros de altura y basta para salvar la distancia y mantener sanos y salvos los huesos de todo mundo. ¿Tanto cuesta hacer algo útil y modestamente estético? No importa para quién lo hagas, dónde lo hagas o los recursos que tengas para hacerlo... ¿cuesta tanto hacerlo bonito? Puede que haya alguien a quien no le guste el bicho verde ese, o la solución dada al entuerto del derrumbe, puede que ni siquiera les guste pasar por este poblado enclavado entre Chimaltenango y Sololá pero jurisdicción de El Quiché, pero, para la gente de los poblados cercanos (Chiwexa I, II y III, Chuijulimul, Xepol y el mismísimo Chupol), desde el año pasado, hay un punto de referencia que no tiene nada que ver con asaltos a buses, accidentes en la carretera, derrumbes o atropellados... ¿tanto cuesta?

viernes, 23 de marzo de 2012

Regreso


Cada vez me parece más poderosa la metáfora del camino inexistente. Puede que a los demás no pero, en mi caso, hay cientos de razones para entender que eso no significa detenerse ante el río, la roca, el lago, el abismo... sino el estallido, el reto. Cada vez me cuesta más mantenerme en píe (literalmente), pero es casi una profesión de fe el salir y caminar para, de una vez por todas, llamar al destino y sentirme parte de ese todo que me brinda sonrisas y sueños.
En la foto, en alguna parte del Volcán Cerro Quemado, Almolonga, Quetzaltenango, de izquierda a derecha: Giovanni, Edgar, Xiomara y yo. Tomamos ruta hace ya unos meses. Queríamos cumplir una ruta nueva en ese volcán ya que varias veces lo hemos escalado pero por el lado de Llanos del Pinal (ruta que, por cierto, siempre nos dá problemas) y, esta vez, pretendíamos lograr cumbre por la ruta del Mar de Lava.
Primero: no conocíamos la ruta. Cosa que no es nueva en nuestro modu operandi, puesto que siempre hemos salido a ruta nueva apenas orientados por mapas o por una referencia que alguien nos ha dado.
Segundo: Ya teníamos tiempo de no salir a un volcán y acampar ahí. Subir con mochila de más de 30 libras significa un esfuerzo grande para el cual ya no estamos acostumbrados.
Tercero: Acampar es un juego de muchas facetas y esta vez nos mostró una cara amable. Le debemos a Edgar esa búsqueda de un lugar adecuado y, a pesar de dormir sobre una roca (o intentar dormir), descansamos muy bien.
No logramos cumbre esta vez... pero ya les contaré luego qué fue lo que pasó.