viernes, 23 de marzo de 2012

Regreso


Cada vez me parece más poderosa la metáfora del camino inexistente. Puede que a los demás no pero, en mi caso, hay cientos de razones para entender que eso no significa detenerse ante el río, la roca, el lago, el abismo... sino el estallido, el reto. Cada vez me cuesta más mantenerme en píe (literalmente), pero es casi una profesión de fe el salir y caminar para, de una vez por todas, llamar al destino y sentirme parte de ese todo que me brinda sonrisas y sueños.
En la foto, en alguna parte del Volcán Cerro Quemado, Almolonga, Quetzaltenango, de izquierda a derecha: Giovanni, Edgar, Xiomara y yo. Tomamos ruta hace ya unos meses. Queríamos cumplir una ruta nueva en ese volcán ya que varias veces lo hemos escalado pero por el lado de Llanos del Pinal (ruta que, por cierto, siempre nos dá problemas) y, esta vez, pretendíamos lograr cumbre por la ruta del Mar de Lava.
Primero: no conocíamos la ruta. Cosa que no es nueva en nuestro modu operandi, puesto que siempre hemos salido a ruta nueva apenas orientados por mapas o por una referencia que alguien nos ha dado.
Segundo: Ya teníamos tiempo de no salir a un volcán y acampar ahí. Subir con mochila de más de 30 libras significa un esfuerzo grande para el cual ya no estamos acostumbrados.
Tercero: Acampar es un juego de muchas facetas y esta vez nos mostró una cara amable. Le debemos a Edgar esa búsqueda de un lugar adecuado y, a pesar de dormir sobre una roca (o intentar dormir), descansamos muy bien.
No logramos cumbre esta vez... pero ya les contaré luego qué fue lo que pasó.

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