Ayer hablaba con Sonia y me pareció que siempre estoy equivocado. Luego, leía unos comentarios a unas fotos en otra página y me volví a sentir equivocado, fuera de lugar. No encajo a veces en los modos de ver el mundo. Esto me causa cierto grado de temor, de angustia. Pero luego regreso a los pasos que he dado y trato de entender todo eso que está detrás de esos sentimientos.
El verano ha empezado. Empieza hoy. Acá llueve y el calor es menor que en otras partes del mundo. Poco o nada se sentirá el cambio de estación. Ella, Sonia, está allá lejos y se siente agobiada por el calor, por esa necedad del sol de salir temprano y quedarse hasta tarde iluminando las ruinas de una sociedad que a veces añoro. Y esas contradicciones son fatales: Mis recuerdos de allá, de allende los mares, son de un invierno lóbrego, poco vibrante y halagador. Entenderlo me ha llevado años ya. Entender no sólo el invierno sino esas formas de ver las cosas.
Hablaba con Herbert hace unos días, él ha vivido años enteros en Italia y no se sorprende ya de la nieve, ni del sol radiante. Pero imagino que ahora le cuesta entender esto que acá sucede. Este clima de trópico poco sonriente, estas sombras de nubes grises y lluvia torrencial.
Museos, torres, calles, trenes, luchan una batalla a muerte con mi realidad, esta que ahora me somete a obediencia y me recuerda que las bicicletas, los buses y los árboles son mi signo, mi canto, mi pasaje al entendimiento.
El verano ha empezado. Empieza hoy. Acá llueve y el calor es menor que en otras partes del mundo. Poco o nada se sentirá el cambio de estación. Ella, Sonia, está allá lejos y se siente agobiada por el calor, por esa necedad del sol de salir temprano y quedarse hasta tarde iluminando las ruinas de una sociedad que a veces añoro. Y esas contradicciones son fatales: Mis recuerdos de allá, de allende los mares, son de un invierno lóbrego, poco vibrante y halagador. Entenderlo me ha llevado años ya. Entender no sólo el invierno sino esas formas de ver las cosas.
Hablaba con Herbert hace unos días, él ha vivido años enteros en Italia y no se sorprende ya de la nieve, ni del sol radiante. Pero imagino que ahora le cuesta entender esto que acá sucede. Este clima de trópico poco sonriente, estas sombras de nubes grises y lluvia torrencial.
Museos, torres, calles, trenes, luchan una batalla a muerte con mi realidad, esta que ahora me somete a obediencia y me recuerda que las bicicletas, los buses y los árboles son mi signo, mi canto, mi pasaje al entendimiento.
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