
Nada más que decir: bailé, grité, giré y busqué cigarrillos como loco.
Entendí, en suma, que el sueño de estar ahí delimitaba mi antes y mi después. Hoy, viendo estas fotos recuerdo las señas más pequeñas, los ojos de Juliana, los amagues de delicadeza que nunca he tenido. Hoy, acá, me arrepiento de haber tomado la foto y no ser yo el que esté ahí, traslúcido, borroso, fantasmal. Irreconocible.
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