Ese mes de junio andaba entre arena y lluvia. La erupción del volcán de Pacaya ese 27 de mayo y el golpe que la tormenta Agatha pegó a las zonas más humildes de la capital (entre otros sectores del país), pusieron un nivel de alerta que nos llevó a asumir tareas que conocíamos. Fibrilar: esa era la forma de actuar. Recolectar insumos en donde fuera y como fuera para llevarlos a los lugares donde se albergaban familias que habían sido evacuadas de sus casas. ¿Qué llevábamos? Pues no gran cosa. Nos concentramos en atender las necesidades de familias con niñas y niños. Fue cada vez más evidente la falta de atención a niños en condición de albergue, junto con la atención de necesidades específicas de las mujeres que se encuentran, también, en esa condición.
Pañales y toallas sanitarias: era el cargamento que iba con nosotros, además de una bolsa con dulces, un repentino pastel, las narices rojas, los hula hula, unas pelotas de plástico y, tal vez, juguetes.
Pañales y toallas sanitarias: era el cargamento que iba con nosotros, además de una bolsa con dulces, un repentino pastel, las narices rojas, los hula hula, unas pelotas de plástico y, tal vez, juguetes.
En la foto: Pancho, Sol, Churu, Andrea, Fer y Fili. Ellos, junto a JuanVa, Leisy y los compañeros G10, eramos la brigada de hule, la que a veces crecía, la que siempre era muy pequeña y triste a pesar de saltar, cantar, reír, correr entre niños que también saltaban, cantaban, reían. ¿El lugar donde se tomó la foto? Algún punto de la zona 18 de la capital. La lluvia siguió por unas semanas más: con forme pasó el tiempo, y de pronto, todos querían ser parte de la brigada. Algo hicimos bien, algo hicimos mal. Ya el tiempo lo dirá.
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