
La vista es espléndida: Los volcanes de Agua, Acatenango y Fuego deslizan sus mantos hacia el sur del país. Se vuelcan sobre las costas con su perenne ciclo de vida y muerte, de aguas vitales, de inundaciones brutales. De píe en las faldas del Pacaya todo parece normal hasta que una explosión desde el cráter del coloso o el calor de sus ríos de lava nos recuerdan lo mísero de nuestras cuitas, lo calamitoso de ser humano.
Adocenada es, entonces, la foto que presento. Pero vale por las palabras que no puedo expresar con la coherencia que la imagen merece.
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