Rompen las olas en las dunas grises, en los negros médanos. El sueño aquel de las playas del mar que es el mismo en todos los lugares ya es confusión.
"Todas las playas son la misma playa", me decía. No lograba hacer distinción entre Monterico, San José, Iztapa, Las Lisas o Champerico. Todas me parecían una misma, un deleite de violencia e infinitos que se abrazaban.
"Todas las playas son la misma playa", me decía. No lograba hacer distinción entre Monterico, San José, Iztapa, Las Lisas o Champerico. Todas me parecían una misma, un deleite de violencia e infinitos que se abrazaban.
Luego fue el Mediteráneo desde la Barceloneta y todo cambió. Los sueños allá fueron distintos y nada era comparable con esto que a mis ojos volvía desde las palabras que me daba, las que resguardaban mi deseo de volver.
Y vuelvo, confuso, hasta esos días de sol abrazador, hasta las manos que me mostraron que la sal y las risas pueden más que los deseos truncos o las miradas que cantan un repentino adios.
No recuerdo ya el tono de tu voz, las inflexiones de tus palabras. Apenas podría adivinar algo que tú podrías decir y que te identifique y te haga única.
Desde la confusión, desde las playas que son la misma playa, va llegando el olvido.
Y vuelvo, confuso, hasta esos días de sol abrazador, hasta las manos que me mostraron que la sal y las risas pueden más que los deseos truncos o las miradas que cantan un repentino adios.
No recuerdo ya el tono de tu voz, las inflexiones de tus palabras. Apenas podría adivinar algo que tú podrías decir y que te identifique y te haga única.
Desde la confusión, desde las playas que son la misma playa, va llegando el olvido.
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