
En la foto: Anita, María, Pancho y Denis. El grupo de teatro improvisado en unas semanas de trabajo y que, desde el lenguaje de lo lúdico, probamos decir algo distinto sobre los linchamientos, la justicia y tantas cosas más que están ligadas a eso. Sentados en la plaza de San Pedro Jocopilas, El Quiché, luego de una presentación de teatro-arena, en esa misma plaza, nos dábamos tiempo para comer algo y para hablar y hablar sobre lo hecho bien y lo hecho mal. Sobre todo hablábamos del abordaje del tema y de cuánto más corto o largo debía ser el montaje. Tocaba solucionar sobre la marcha el uso de la silueta, el punto donde se colocaba el teatrino del títere, la densidad de las palabras de la abuela, el tono irónico o cínico de sus interlocutores.
Grababan en video mientras nosotros actuábamos. Hasta el día de hoy no tengo idea de cómo quedó ese material. Terminamos la maratónica serie de presentaciones una tarde cansada en una escuela semi cerrada, en un patio que apenas brindaba sombra a los espectadores. Luego de eso nos perdimos en la carrera de pensar el regreso. Pasamos a Chichicastenango y luego de vuelta a Guate. El grupo se desintegró y, seguramente, no volverá a juntarse más.
¿Qué queda de esos días? No sé. ¿Las sonrisas compartidas? Tal vez, nada más, el camino y sus curvas.
1 comentario:
¿Teatro? Qué bueno. Siempre es bueno hacer teatro para agradar al público y decir cosas.
Bonito.
Publicar un comentario