De aquellos viajes de hace más de una década, conservo la imágen clara y potente de un descenso a un acuático paraíso-infierno. Subir a lo alto de un cerro para luego, entre rastrojos de milpa, llegar a la orilla de la laguna que se adivina en la foto.
Roberto, Edgar y yo. Trío empecinado en hacer y deshacer caminos. "Sucios y locos" emprendimos camino de vuelta a casa sin medir las consecuencias de un desvío y de un malentendido. Queríamos llegar a Amatitlán y llegamos a Calderas. En el descenso me quemé las manos con Chichicaste y pude poner en práctica un viejo consejo, una cura que cada vez es más difícil de trasladar, de compartir.
Pero decía, llegamos a la laguna, nos refrescamos en ella y preguntamos cómo salir del lugar para llegar a Amatitlán y desde allí a Guatemala... nos dieron un consejo: subir el cerro que aparece al fondo de la foto que presento, entonces estaríamos ya en Amatitlán... lo que no medimos fue el tamaño del municipio de marras y la enorme distancia que nos separaba del lago. De Calderas llegamos a San Antonio el Pepinal y de ahí a Llano de Ánimas... carretera polvorienta que no dejaba avanzar casi nada (aprendimos también a hacer la conversión de leguas a kilómetros, ya que cada vez que preguntábamos nos respondían dando la distancia en la primera medida dejándonos igual de ignorantes, cual si no hubiéramos preguntado nada).
Llegamos al fin a Amatitlán en la palangana de un pick up... recuerdo las palabras de Roberto: "ni se les ocurra preguntar 'cuánto es', que no tenemos pisto"... y era cierto: para ese viaje yo llevaba nada más cinco pesos y los demás por el estilo... eran tiempos de salir y ser, el dinero servía pero no importaba, ya otra vez, en otro volcán, bailó en nuestra mente la idea de usar los billetes que teníamos en las bolsas para prender fuego...
Qué se yo... divago...
Calderas está ahí y me mira con su verde ojo.
Roberto, Edgar y yo. Trío empecinado en hacer y deshacer caminos. "Sucios y locos" emprendimos camino de vuelta a casa sin medir las consecuencias de un desvío y de un malentendido. Queríamos llegar a Amatitlán y llegamos a Calderas. En el descenso me quemé las manos con Chichicaste y pude poner en práctica un viejo consejo, una cura que cada vez es más difícil de trasladar, de compartir.
Pero decía, llegamos a la laguna, nos refrescamos en ella y preguntamos cómo salir del lugar para llegar a Amatitlán y desde allí a Guatemala... nos dieron un consejo: subir el cerro que aparece al fondo de la foto que presento, entonces estaríamos ya en Amatitlán... lo que no medimos fue el tamaño del municipio de marras y la enorme distancia que nos separaba del lago. De Calderas llegamos a San Antonio el Pepinal y de ahí a Llano de Ánimas... carretera polvorienta que no dejaba avanzar casi nada (aprendimos también a hacer la conversión de leguas a kilómetros, ya que cada vez que preguntábamos nos respondían dando la distancia en la primera medida dejándonos igual de ignorantes, cual si no hubiéramos preguntado nada).
Llegamos al fin a Amatitlán en la palangana de un pick up... recuerdo las palabras de Roberto: "ni se les ocurra preguntar 'cuánto es', que no tenemos pisto"... y era cierto: para ese viaje yo llevaba nada más cinco pesos y los demás por el estilo... eran tiempos de salir y ser, el dinero servía pero no importaba, ya otra vez, en otro volcán, bailó en nuestra mente la idea de usar los billetes que teníamos en las bolsas para prender fuego...
Qué se yo... divago...
Calderas está ahí y me mira con su verde ojo.
1 comentario:
ja ja ja sin comentarios...
put... que comimos en el camino?, te acordas, bananos, naranjas vilmente tomadas en calidad de prestamo, y el polvo del camino, hasta era mas facil caminar entre alfombras de acerrin cargando a jesusito en semana santa, me contaron que ya esta asfaltado quien sabe.
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