lunes, 25 de mayo de 2009

Camino 28

Volcanes de Fuego y de Agua desde la carretera a la Costa Sur.

Yo voy soñando caminos

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
- la tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
"la espina de una pasión;
"logré arrancármela un día:
"ya no siento el corazón".

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
"quién te pudiera sentir
"en el corazón clavada".

Antonio Machado

domingo, 24 de mayo de 2009

Salto Temporal 25

Esta foto corresponde al sitio arqueológico Mixco Viejo, entre San Martín Jilotepeque (Chimaltenango) y San Juan Sacatepequez (Guatemala). Algunos estudios dicen que debería llamarse Jilotepeque Viejo y que estuvo habitado por la parcialidad Ch'ajoma del pueblo K'akch'iqel. Hay en este blog otra nota de una visita más reciente que hicimos con Roberto, para verla pulse aquí.
Esta visita corresponde, presumiblemente, al año de 1998. Íbamos en esa colada Roberto, Olivia, Edgar, Manuel y yo. Salimos una mañana desde Guate hasta la cabecera municipal de San Juan Sacatepequez y ahí subimos a un bus que iba a San Raymundo. Nos quedamos en el entronque de carreteras que conducen a San Raymundo y hacia Pachalúm en el departamento de El Quiché. Empezamos a caminar y llegamos hasta la cuenca del río Pixcayá, desde ahí todo es ascenso y en un picop nos dieron jalón hacia arriba y nos dejaron justo en la entrada del sitio arqueológico. Subimos y nos empezamos a maravillar, no sólo por el lugar mismo, sino por la hermosa tarde de invierno que nos permitía un poco más de luz para recorrer, en primicia y casi en soledad, la gran extensión del lugar. Pedimos permiso para quedarnos a dormir ahí y nos dijeron que sí. Armamos nuestras carpas en un rancho en el área de visitantes y juntamos fuego en una de las churrasqueras. Platicamos, vimos estrellas miles, nos robamos unas aguas gaseosas, vimos luces y pensamos en la cercanía del río Motagua.
Al día siguiente nos hicimos de nuevo con las cámaras y tomamos fotos de los templos con la nueva y suave luz del día que nacía.
Luego emprendimos el regreso. El río Pixcayá volvió a vernos y nos regaló un poco de frescura en los píes cansados. Llegamos hasta el plan de una de las aldeas de arriba y esperamos el bus que nos llevó de vuelta hasta San Juan... lo demás es esto, es hoy, es mi sueño que llega desde el insomnio de siempre.

Volcán de Pacaya

Fue y es nuestro sueño constante. La cercanía con la capital lo convierte en destino perfecto para escapadas de poca duración, de esas de un día para otro. Es bajito (la guía de volcanes le marca 2,552 msnm.), pero está activo siempre, en constante mutación. Este volcán es la vida misma. Estas fotos corresponden a una salida que yo creo que fue en 1997. Ibamos en la colada Roberto, Edgar, Mario, Álvaro y yo. Una carpa y muchas ganas de estar ahí. ¿He mencionado que nos movíamos con muy poco dinero? Recuerdo una de las primeras veces que fuímos juntos a ese lugar y que a penas sumábamos 5 quetzales cada uno y que al regreso tuvimos que subirnos de colados en la camioneta, o algo por el estilo. En fin. Esta vez no recuerdo que fuera de esas que estábamos cortos económicamente hablando, pero fue muy interesante el escalar el cono principal y ver y caminar sobre la lava seca, llegar hasta el extremo sur y divisar nuevos horizontes vedados originalmente por la actividad del coloso.


Si mal no recuerdo, subimos de noche y nos quedamos a dormir en la hondonada que separaba la meseta de los cerros Hoja de Queso y Grande. Asustados por el constante deambular de los caballos que pastan por ese lugar dormimos poco y mal. La fogata y la comida calentada en ella reaniman a cualquiera. En la mañana subimos el cono principal y de ahí es esta segunda foto, entre las piedras del borde del cráter y con los cerros mencionados al fondo como marco del esplendor de los días que se van volviendo recuerdos.

...fue en mayo

Y, de nuevo, me voy dando cuenta que el tiempo pasa muy rápido. El 22 de mayo de 2007 empecé con todo esto, con este fluír de palabras, de sueños que se estremecen ante el paso de las horas, los días, los años. Mentiría si dijera que me he acordado de este aniversario del blog. De pronto me ha dado curiosidad y he revisado la fecha del primer post y ya, eso es todo.
Hace poco me he vuelto a encontrar con los amigos que hacen posible todo esto. Ellos amablemente me recriminaban que a veces no pongo nada y otras, las más de ellas, los acribillo con imágenes, textos y recuerdos que no les es fácil asimilar de un tirón. En fin.
La imágen corresponde a una lectura de poesía en La Bodeguita del Centro, bar fallecido reciéntemente según las noticias de los periódicos pero del cual yo supongo su muerte hace años ya. Total. En la foto está Jessica. Eran esos días en que nos escapábamos para tomar un café o una cerveza con Juan, Fredy y quien quisiera. En ese entónces editábamos la revista Incubus y eran frecuentes nuestras pláticas y ese lugar era nuestro reducto, nuestro refugio, nuestro mecenas. Cigarrillos, café, media luz... eso era.

viernes, 1 de mayo de 2009

Azacuanes

Foto: tijaxblog.blogspot.com
En la tarde del 1 de mayo nada había de especial aun. Día lluvioso y cielo gris. Mis hermanos y yo veíamos un partido de fútbol en la televisión. Me levanté de la silla para buscar mis gafas y al encontrarlas pude notar que estaban muy sucias. Me encaminé a la pila para lavar sus cristales y luego, cuando estaba secándolas, escuché a lo lejos algo extraño: sonidos de aves. Pensé, en principio, que eran los gorriones a los que mi madre les pone comida y que se preparaban ya a pasar la noche en los pocos árboles que hay en los alrededores de la casa. Luego levanté la vista y mi asombro fue grande. Cientos de pájaros formaban una enorme espiral en el cielo. ¡Los Azacuanes! fue mi primer pensamiento. Corrí a llamar a mis hermanos para que los vieran, para que reafirmaran mi aseveración sobre la identidad de las aves. Mis hermanos asintieron, compartieron mi opinión. Luego llamé a mi madre y ella también supo que esas aves marcaban, simbolizaban algo: "bienvenido el invierno" fueron sus palabras.
Nada más, hasta aquí llegaría la anécdota. Pero, al fin y al cabo, mi memoria guarda pocas imágenes de estas aves. Una de ellas es de mi niñez, de esos felices años cuando mi tío Ricardo venía a casa. Junto a él recuerdo haber visto, una mañana cualquiera, el paso de los Azacuanes y sus presagios de lluvia o cielos despejados. Ahora, ya entrado en años, sé que los Azacuanes vienen y van de sur a norte, de norte a sur, en migratoria carrera que busca cielos limpios y alimento. Sé, también, que en octubre o noviembre harán su ruta de vuelta y que tal vez volveré a verlos.
Feliz estoy. Felices mis ojos y mis manos que sostuvieron la mano de mi madre mientras sonreíamos y festejábamos la naturaleza.