Ese día salimos temprano. En el auto ibamos Mikell (al volante), Martina (atrás, leyendo el libro de la catedral de Santa María del Mar) y yo en el puesto de copiloto, tratando de saciar mi sed de caminos a través del windshield y de la ventanilla lateral del carro. La ruta es una autopista muy bien acondicionada que por no sé cuántos kilómetros (400 o algo así), nos llevó desde Sant Cugat hasta Figueres. El objetivo de la travesía: visitar el museo Dalí.
El cielo gris no importa tanto, estos rótulos de carretera los fui fotografiando durante todo el rato, era algo así como para tratar de hacerme la idea de que este humilde vagabundo estaba a tiro de piedra de ver de cerca la obra de ese ser tan repulsivamente genial. Y también para tratar de hacerme creer que ahí nomás, a unos pasos estaba la frontera con Francia...
El cielo gris no importa tanto, estos rótulos de carretera los fui fotografiando durante todo el rato, era algo así como para tratar de hacerme la idea de que este humilde vagabundo estaba a tiro de piedra de ver de cerca la obra de ese ser tan repulsivamente genial. Y también para tratar de hacerme creer que ahí nomás, a unos pasos estaba la frontera con Francia...
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