
Hoy él comparte su vida y su felicidad de ser con su compañera y su hijo, Antonio Alejandro, al que nosotros poco habremos de enseñarle, porque nos hacemos viejos mientras él alcanza su juventud. Ya Antonio decidirá si sigue los pasos gigantes de su padre (en todo sentido), ya él nos verá añorar la escapada y la dureza del descampado, ya él dirá.
Pero, mientras tanto y, mientras todos duermen, yo me dedico a buscarlos en la memoria gráfica de estas fotografías. Y en esta Edgar sube pausado y firme las faldas del Cerro Quemado en Xela, expedición favorita, tanto que la hemos hecho recientemente con Giovanni y Guillermo (fue ascenso frustrado para Roberto) y esperamos volver a ese lugar mágico, siempre amigos, siempre juntos pero menos jóvenes.
1 comentario:
es muy cierto eso del tractorcito, y supongo este post es antes del intento fallido de ascender el cerro quemado, cuando viaje en moto a xela y ni el grupo del tractorcito ni el zorro en solitario logramos alcanzar la cumbre, yo la verdad me ahueve y me regrese aunque si ustedes encontraron el arbol caido y no la cumbre, imaginate que perdida me hubiera dado yo.
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