Guardarse el enojo. Pero más, guardarse la humillación de la propia ignorancia. En ese entonces, no sé ahora, el Volcán San Pedro tenía la cumbre cubierta de árboles... nosotros no lo sabíamos y fuimos a chocar de narices contra lo espeso de la vegetación sin creer, hasta hoy día, que habíamos hecho cumbre. Foto de grupo: al fondo, encendiendo un cigarrillo (el enésimo) yo, Daniel; con gorra verde y camisa negra: Dany; con camisa rojo y blanco, enseñando la mazorca y haciendo la señal de peace & love: Alvaro; abajo, con camisa blanca y gorra multicolor: Roberto y, con la mirada perdida y las piernas estiradas: Olivia. Por eliminación, la foto fue tomada por Edgar que también iba en ese viaje.
El ascenso fue matador, vaya volcán para ser difícil. Perdimos la ruta en la oscuridad de un cafetal que más parecía un laberinto y que nos restó tiempo, además de obligarnos a pasar la noche en las faldas del volcán, a la orilla del camino. Luego, al día siguiente, completamos el martirio del resbaladero que era la ruta, por lo empinado, húmedo y lodoso, hasta llegar a esa planicie con árboles burlones. Alvaro, por su condición de ser el más pequeñito del grupo, tuvo que sopotar nuestros intentos de subirlo a un árbol usando una cuerda... que absurdo es decirlo, pero en ese entonces parece que éramos más lúdicos que lógicos. Vaya... también es digno de recordar el desconcertante proceder de Dany... desde Panajachel (¿o desde Guate?), venía arrastrando no sé qué dolencia por una fémina con nombre que empezaba con la letra K... ahora me causa gracia, pero en aquel entonces pues enojaba un poco, sabiendo las penurias que pasábamos para poder juntarnos y salir... El ahora ya no es de penurias sino de algo parecido a la sobrevivencia, tal vez no económica (digo, no tanto como en ese año), sino emocional, sentimental, ideológica... de la vida toda.
El ascenso fue matador, vaya volcán para ser difícil. Perdimos la ruta en la oscuridad de un cafetal que más parecía un laberinto y que nos restó tiempo, además de obligarnos a pasar la noche en las faldas del volcán, a la orilla del camino. Luego, al día siguiente, completamos el martirio del resbaladero que era la ruta, por lo empinado, húmedo y lodoso, hasta llegar a esa planicie con árboles burlones. Alvaro, por su condición de ser el más pequeñito del grupo, tuvo que sopotar nuestros intentos de subirlo a un árbol usando una cuerda... que absurdo es decirlo, pero en ese entonces parece que éramos más lúdicos que lógicos. Vaya... también es digno de recordar el desconcertante proceder de Dany... desde Panajachel (¿o desde Guate?), venía arrastrando no sé qué dolencia por una fémina con nombre que empezaba con la letra K... ahora me causa gracia, pero en aquel entonces pues enojaba un poco, sabiendo las penurias que pasábamos para poder juntarnos y salir... El ahora ya no es de penurias sino de algo parecido a la sobrevivencia, tal vez no económica (digo, no tanto como en ese año), sino emocional, sentimental, ideológica... de la vida toda.
3 comentarios:
son pocos y vagos los recuerdos de ese ascenso, si recuerdo los árboles en la cumbre, lamentablemente no se veia nada, si no estoy mal fue la unica vez que el Danil,(pelon) salio con nosotros, por lo menos a un volcan.
ese volcancito es uno de los que no pienso ni quiero volver a subir, supongo compartis la opinion, es que sacada de humo para nada en la bendita cumbre que huevos.
Pues te equivocás Roberto, te equivocás. Dany subió también el de Pacaya justamente con nosotros dos. Esa vez que le dio una especie de pataleta cardíaca por el ritmo desenfrenado que le impusimos (poderosos ascensos al Pacayita, con poca carga y de noche). Esa vez no hicimos más que meseta y pues vino bien para medir las fuerzas del Pelonchis.
gracias por refrescar la poca memoria que tengo, si tenes la trompeta llena de rezon, le dio el telele en los como potreros esos donde estan las pasaditas esas para que no se salgan las vacas o caballos.
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