domingo, 11 de octubre de 2009

En Occidente

Recorrer Xela es perderse en una mezcla inexacta de sueño y pesadilla. En cada rincón aparece un recuerdo, una mano que ya no saluda, un paso que no tendrá ya una copia o un imitador. Las cumbres de los volcanes se burlan de mis píes, de mis ojos, las paredes de las casas apenas pueden contener mi arremetida de pavor, de admiración.
Villa Lesbia está cerca de la estación de la Alamo, mejor dicho, frente a ella. Es un caserón de estilo inexacto y de fecha de construcción equívoca. Saben algunos que eran alemanes los dueños originales y que la vendieron "a un precio risible, casi regalada" a la iglesia católica. Desde entonces esa institución la ha regentado: ha sido colegio, casa de catequistas, sede de Caritas Arquidiocesana.
Allí, mis palabras encontraron un eco distinto, supe volver y ver. Me di gusto hablando de Cantel, de Concepción Tutuapa, de las cuencas de los dos ríos que me desvelan.

Sobre los hombros de esas palabras pude vadear la rutina perdida. Avancé precariamente de pilar en pilar, de cielo en cielo. Y luego asistí a la confesión de un pasado que todavía me hostiga.
Recorrer las calles de Xela es perderse en una visión del pasado reciente, es un dèja vú, una broma hostil. El teléfono sonaba y reía conmigo las bromas de siempre. La lejanía no importaba ya.
Y abandoné Xela sin mayor pena, sin ninguna gloria.

1 comentario:

javier dijo...

Un hermoso texto, felicidades por tu trabajo, me gusta tu blog, saludos desde la ciudad de Sucre - Bolivia. http://javier-deretiro.blogspot.com
javier calvo