viernes, 25 de mayo de 2007

Camino 2


Al sur de mi país el suelo es fértil. Y la tierra tiene dueño. Muchas personas bajan anualmente para trabajar en la zafra de la caña de azúcar. La caña se quema antes de ser cortada y provoca que entrar a trabajar entre las cenizas sea más duro. Y más duro aún si sumamos el calor de más de cuarenta grados centígrados que naturalmente tiene la costa.
A cada jornalero se le asigna una cuota diaria de caña a cortar. Así, la cortan a machete y forman túmulos alargados que luego el camión del ingenio pasará recogiendo. A cada túmulo le corresponde un nombre que es escrito en un pedacito de papel y, precariamente, es colocado en la punta de una caña cualquiera. Un nombre o un número de trabajador que espera, al terminar el día, recibir su jornal.
Jornaleros sucios y manchados, no de ceniza y hollín, sino de olvido e injusticia.

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